LA MADRUGADA
Había sido hermoso, aunque él me dijo que la casualidad no existía...
Y habían transcurrido dos horas desde que nos encontráramos. Eran las seis y media y me sobresalté: amanecía.
- ¿A dónde te llevo? - me contestó amable y sin distancias.
- A... - y yo le di la dirección misma de mi casa. No sabía por qué pero había confiado plenamente en él. Pero de camino me di cuenta de que no llegaríamos a tiempo y sentí una gran angustia. Por un momento pensé que me había vuelto rematadamente loca: '¿Cómo es que le has dado tus señas si ni siquiera le conoces?'... pero acabábamos de hacer el amor y él había sido tierno y afable conmigo como no lo había sido nadie... Mi angustia no procedía de él. Él seguía siendo el mismo que yo había conocido dos horas antes y seguía sonriente a mi lado. Era yo la distante... quizás mañana, tras la mañana ya no fuese la misma y culpase de todo al alcohol; quizás la nausea que me amenazaba fuese la del arrepentimiento y no la de la borrachera. No me daría tiempo, no. No podía llevarme a mi casa; sería terrible llegar en aquel lamentable estado al mismo tiempo que él. Si pudiera desnudarme rápido y meterme en la cama pero todo daba vueltas. ¡Oh Dios mío! Cuanto quisiera no haber bebido tanto... vomitaré...
- Espera, mejor no... déjame dónde las escuelas de...
Sí, mejor así; así vería sus ventanas. Muchas veces a esas horas había visto luces en la cocina y el reflejo de la tele en el salón y entonces recordaría aquellas épocas pasadas en que no era valiente y tenía miedo de todo y el 'Amor' aún era el amor con mayúsculas y contaba más en la Vida que la belleza y lo inmortal... y eran aquellas luces las que me guiaban en la oscuridad, en mi intento de dejar los miedos atrás. Fue por él, que vivía bajo aquellas luces, por quién me había buscado y encontrado, y fue por él por quién me había perdido y encontrado y sucedía aquella noche...
Y llegamos al lugar. Eran las siete menos cuarto del final de un agosto tranquilo, y creo que él percibió mi distancia comprendiéndola como lo había comprendido todo de mí por instinto. Probablemente después de aquella vez yo no quisiera volver a verle en toda mi vida y él lo sabía...
- Cuídate - me dijo dulce como quien no sabe si volverá a ser mecido por la misma hermosa casualidad dos veces
- Sí, lo haré y gracias por ser tierno conmigo...
Era una despedida en regla. Estaba siendo fría como una casa de huéspedes hostil. No creí, no creí que lo quisiera volver a ver. Nunca había querido volver a ver a nadie que haya conocido después de amarle a 'él', al hombre de las ventanas... no necesariamente...
- Pero si yo soy tierno hasta con las moscas -me dijo.
Y no sé pero algo que no supe que decir que era me dolió en aquel momento... Le miraba y no recuerdo si le dije algo más antes de cerrar la puerta. Y cuando arrancó sólo tuve tiempo para leer la consonante de una provincia 'extranjera'. Podría encontrarle si fuera necesario... y caminé a lo largo de la calle pero no vi ninguna luz.